domingo, abril 22, 2018

Nacionalismo en Cataluña, triste degeneración del Catalanismo


Playa de la Barceloneta.
Acudo a la playa para charlar con mis amigos futurólogos. Aquejado como estoy por el desasosiego de la situación política, que naufraga en esta separación entre los dos bloques pro y contra la Independencia, busco el consuelo de los ponderados  razonamientos de los dos sabios de la Barceloneta, fieles a su cita diaria con la playa, las olas del mar y las visiones del futuro que asoman en el lejano horizonte marino.

- Amigos, no sé cómo veis el panorama, pero yo cada día soy más pesimista.

Mercadal, siempre dispuesto a tomar el toro por los cuernos, se adelanta a Bastides para responder:

- ¿Quién se atrevería hoy a llevarte la contraria? A corto plazo, que es como los humanos debemos encarar los eventos del día a día, las cosas están bastante oscuras, por no decir negras. Tienes razón, el independentismo ha partido en dos la sociedad catalana, esto es de cajón.

- Pero ellos lo niegan, dicen aquello de que son un solo pueblo….

- ¿Sabes qué pasa? Que los únicos que chillan y se agitan son los independentistas, mientras que los que no lo son se quedan quietos porque en realidad no militan en nada, simplemente quieren seguir siendo lo que son, tan catalanes como españoles. De ahí que los nacionalistas se piensen que al ser ellos los únicos en moverse y manifestarse, son el todo que ocupa la plaza, cuando en realidad sólo son una parte, con los votos que les corresponden.

- Tienes razón en eso, Mercadal, si no se milita en nada, sólo te mueves cuando no te queda más remedio ante el acoso de la pesadez nacionalista. Porque ya me dirás, a nadie le apetece salir de manifestación con banderas y consignas de exaltación patriótica al revés, es decir, proclamando que eres catalán y español a la vez, cuando ya hace tiempo que lo de las banderas y las naciones pasó a mejor vida, y porque es un poco infantil ir pregonando por el mundo estas cosas. Para mí e imagino que para muchos, salir a la calle para corear consignas agitando banderas no es lo que más me atrae en estos momentos. Lo encuentro patético, francamente.

- Confundir la parte con el todo es uno de los más evidentes errores y pecados del nacionalismo.  Lo practica el catalán, buscando que el español  haga lo mismo, como en efecto ha hecho en tantas ocasiones, y de este modo ir avanzando en la división y el conflicto, pues tal es su forma de actuar. Por eso decimos que el Independentismo no sólo es un error, sino que es la degeneración del viejo Catalanismo transversal e integrador, que defendía la diferencia catalana desde la inclusión y la no separación. Es tremendo el daño que han hecho con esta deriva de una irresponsabilidad inaudita, deshaciendo los logros de dos o tres generaciones de esforzados militantes de lo plural y de la convivencia. La Historia les pasará cuentas, Rumbau, cuando se llegue al desastre irreversible.

- ¿Tan feo lo ves? –le pregunto alarmado, pues nunca había visto a Mercadal tan pesimista.

- Ya te dije que en el corto plazo, vamos al desastre total. ¿Significa esto que seamos pesimistas? En absoluto, ya sabes que nosotros vemos el futuro siempre con optimismo, pues estamos convencidos de que los humanos vamos siempre de menos a más, aunque en apariencia y en el corto plazo, descarrilamos en depresiones abismales cada dos por tres.

Bastides, que escuchaba callado y absorto, abducido por alguna visión que le llegaba del horizonte, dijo:

- En verdad en verdad os digo, que la bajada será gorda, pues el ímpetu de la sublevación catalana es alto, por lo que la respuesta será proporcional a la fuerza promovida. Acción y reacción es la ley que los acontecimientos imponen, lo que no augura nada bueno. La convivencia sufrirá y la economía caerá. Pobreza, odios enquistados, políticas del rencor y depresión colectiva.

- ¡Pero todo esto es un disparate, Bastides, habría que parar esta inercia destructora!

- Creo que las buenas intenciones ya no bastan. Pero es de ley que para subir, primero hay que bajar. Fíjate que Cataluña había subido muy alto en los últimos años, espoleada por una situación económica brillante, un turismo que no cesaba de crecer y unas energías de irradiación y de atracción cosmopolita de las más altas de Europa. Y cuando se sube tan alto, la ley dice que lo que sigue es la bajada. Eso es lo que han hecho los catalanes, ansiosos de vivir el flagelo de la historia en carne propia. Lo dicen todos los tratados de la física mecánica: cuando algo sube mucho, no tarda en caer. Es como las olas del mar. Toca aguantarse, Rumbau, pero fíjate que mientras Cataluña baja, sube el resto de España, y especialmente las regiones vecinas, que van a aprovechar la ocasión para coger el relevo y buscar la subida. Y si tenemos en cuenta que ellos son los mejores clientes del comercio catalán, aunque Cataluña baje y la depresión suba, los negocios seguirán y la producción irá al alza. Esta es la paradoja de estas curvas con las que la Historia nos va a entretener en los próximos años.

- Lo importante, en todo caso –dice Mercadal-, es que el drama de la división no alcance el enfrentamiento armado o la violencia explícita. Habrá statu quo gélido y paralización social, pero será el momento para los espabilados y los que tienen ganas de moverse hacia el futuro con ganas. Lo importante es que surja pronto un nuevo catalanismo regenerador que busque la unión de las diferencias y que establezca unas nuevas bases de entendimiento entre los catalanes, piensen lo que piensen, y con el resto de España desde la más pura y explícita lealtad. No será fácil, pues el fanatismo enconado de las posiciones encontradas hará todo lo posible para envenenar el aire de estos acuerdos. Pero el genio catalán no se va a dejar dominar por los fanáticos y los reduccionistas. Es de cajón que tarde o temprano se abrirán camino las nuevas ideas, y es de esperar que la nueva regeneración ibérica tenga una de sus bases importantes en Cataluña. Ahora bien, Valencia, Aragón y buena parte de Andalucía serán las nuevas plataformas de innovación, eso es evidente. Fíjate cómo ya empiezan a hablar de Málaga como de una segunda Barcelona, explicitando este deseo de tomar el relevo. Y Portugal y Galicia tirarán del carro ibérico desde el Occidente. Pero antes, Rumbau, deberemos pasar por la bajada, unos años de pobreza y el ninguneo de la Historia.

- El problema es la convivencia, si se sigue bajando en el encono y en los rencores, la degradación será inevitable –dice Mercadal, que al ser médico jubilado, siempre se muestra sensible a los dolores ajenos-.

- Esto es lo más preocupante –digo yo tan alarmado como Mercadal.

- Pero sólo para los que se dejen llevar por las emociones, Rumbau. Veremos situaciones muy curiosas, que a la larga serán útiles e ilustrativas para encontrar soluciones aptas en el futuro, como lo es vivir ajenos al imperio contumaz de las emociones, mientras las mayorías se deja arrastrar por ellas. Pero estas mayorías cada vez lo serán menos, por una razón muy simple: el contínuum emocional patriótico cansa, agota y acaba aburriendo al más fanático de los convencidos. Puede durar años, lustros, décadas, pero el declive, tarde o temprano, llega. Para los que ya estamos fuera del estruendo, lo malo será aguantar el ruido de tanto oleaje histórico abarrotado de emociones, pero también será una gran ventaja ver la función desde la distancia. Grandes enseñanzas nos esperan aquí, y espectáculos de gran calado. Y ya que nos han quitado los toros, veremos desde la barrera faenas que no tendrán nada que envidiar a las taurinas. Por eso digo que las cosas, a pesar de ir muy mal, irán a bien, pues siempre lo nuevo y regenerativo surge al mismo tiempo que se pudre lo viejo, con sus soflamas que la Historia condenó hace décadas. Lo importante es trabajar para que surja lo que debe substituir a lo viejo y moribundo, en este caso, las ideas monolíticas, los pronunciamientos unilaterales y los rencores absurdos de las venganzas históricas.

- Aquí veo yo la idea de hacer que lo distinto una, pues tal sería la novedad de un planteamiento catalanista de nuevo cuño…

- Aquí está el quid de la cuestión. Aunque una cosa es que uno pueda ver las cosas claras y otra muy distinta es que lo vean las sociedades, cuando éstas se encuentran poseídas por verdades colectivas que les llegan a través de consignas y pronunciamientos ajenos. Cuando hay identificación patriótica y nacionalismo exacerbado, es imposible que la distancia y la razón entren en juego. Y sin embargo, es la única solución. Por eso digo que vamos para largo.

- Me gustó mucho lo que dijisteis el otro día sobre ideas concretas que podrían orientar un catalanismo de nuevo cuño (ver aquí). ¿Podríais concretar algunas más? Recuerdo que hablasteis de una política de abertura hacia las ciudades del entorno, y por el otro lado, una decidida apuesta hacia un nuevo pensamiento en esta línea de un catalanismo que en vez de separar, una, es decir, inclusivo e integrador en vez de separador e independentista. ¿Tenéis más ideas en la despensa?

- Muchas más, Rumbau, piensa que llevamos años paseando por la playa siempre en pos del futuro que se asoma en el horizonte, y hemos discutido infinidad de veces sobre estos temas.

Bastides, que parecía reflexionar sobre mi petición, intervino entonces del siguiente modo:

- En verdad en verdad os digo que uno de los puntos más importantes a tener en cuenta y a desarrollar es el de la lealtad, uno de los conceptos o principios que más han sido pisoteados por el drama catalán. Pero fijaros que para que exista lealtad es necesario que haya bases comunes sobre las que poder sustentarla. Y eso nos conduce a lo esencial: ¿cuáles pueden ser hoy en día las bases capaces de satisfacer a posiciones situadas en las antípodas y enfrentadas en sus modelos de convivencia? Hay que bajar muy al fondo para encontrar estas bases. A más oposición y enfrentamiento, más profundo tendrá que excavar quién quiera encontrar suelo firme. Y aquí es donde vamos a ver situaciones muy curiosas, cuando en el futuro se comprenda que no sólo se trata de excavar sino también de expandir, es decir, de mirar hacia arriba y situar los puntos de vista en las lejanías cósmicas que nos rodean. Por lo tanto, veo aquí dos movimientos necesarios y complementarios: el de los mineros que buscan lo común que hay en el hecho de compartir profundidades abismales que a medida que vamos bajando, se alejan de la parcela, del terruño y del campanario. Es decir, un modo de ir al cero de la nada que tenemos en común. Y, a su lado, el de los alejadores extraterrestres, que buscarán en la distancia lo común desde arriba. Por eso hemos dicho muchas veces que en el futuro se impondrán las llamadas ‘residencias de intermediación a distancia’, situadas en satélites, en globos aerostáticos de gran altura, en la misma Luna, y para casos más extremos, en el planeta Marte, cuando se consiga llegar a él con más facilidad. Pues para unir lo distinto, lo mejor es comprender que somos una variante más de las muchas que existen en el planeta Tierra, nuestra verdadera casa común. Visto desde Marte, ¿qué nos diferencia de una alcachofa, un camaleón, una hiena o un arangután? Bien poca cosa.

- ¡De cajón, Bastides! –exclamó Mercadal entusiasmado con las palabras de su amigo zapatero.

- Pero eso que propones, Bastides, está a un muy largo alcance, y de lo que se trata aquí es de buscar soluciones en el corto plazo.

- Para eso, Rumbau, no hay más remedio que pactar con las ondulaciones y los caprichos del Tiempo, que hace lo que le da la real gana sin que podamos intervenir demasiado. Piensa que el engranaje humano forma parte del mismo engranaje físico de la vida y del planeta, condicionados todos como estamos por procesos de los que no tenemos ningún control. Los poderosos que piensan que controlan algo en realidad están en el mismo error que los nacionalistas que piensan que la Historia les tiene que dar la razón porque ellos son la razón y tienen la verdad. En realidad, las cosas suceden al revés, pues la Historia o el Tiempo nunca suele dar la razón a las iniciativas colectivas cuando éstas intentan imponerse en el caos de las contracorrientes que vivimos hoy. El Tiempo sólo respeta a los individuos y a su libertad, que es tan sagrada como la del propio Tiempo, mientras que las voces colectivas son tragadas sin más por la voraz Historia que las usa de carne de cañón, como hizo en los grandes cambios de finales del siglo XVIII y principios del XIX. O en las guerras mundiales del siglo XX. Hoy los cambios más significativos van en la dirección individual y no en la colectiva, por mucho que la apariencia nos diga lo contrario. Piensa que mientras la engreída apariencia acosa y sobreactúa, lo nuevo avanza con extrema y enfermiza timidez. 


Barcelona vista desde Miramar.


- O sea, que no veis soluciones por ninguna parte.

- No me malinterpretes, Rumbau, las soluciones están siempre a la vuelta de la esquina, esperando su momento. Por de pronto, lo que decía antes sobre la lealtad se traduce en la necesidad de crear distancia. Distancia es lo que importa ahora. Y por ello es tan importante la dimensión geográfica del caso, como bien apuntamos el otro día. Fíjate que los políticos nacionalistas huyen de la distancia como del diablo. Ellos necesitan el cuerpo a cuerpo que da el encontronazo de las emociones. Su mirada no sale del perímetro catalán, todo lo demás les importa un bledo. Fíjate en cómo han convertido la distancia de Puigdemont en Europa en un ejercicio de cercanía provinciana, pues nos lo ponen en la sopa día sí y día también. Pero la verdadera política debe hacerse desde planteamientos de distancia: no entrar en el choque, donde las altas energías queman las cejas de todo el que se acerca, sino alejarse del choque y verlo desde arriba o desde abajo o desde al lado. Y urdir políticas en este círculo de expansión fuera del centro convulso del choque de las diferencias. Por eso es tan importante salir del lugar y restablecer relaciones con las ciudades vecinas y aún las más alejadas. Yo, a los diputados catalanes, los mandaría de vacaciones un par de meses a Málaga, a Valencia o a Cádiz. O a Lisboa, donde los portugueses saben cómo tratar con estos temas de la distancia. Aunque lo ideal sería mandarlos a La Paz, en Bolivia, no por motivos políticos sino geográficos: la altura de esta ciudad sería un bálsamo de realismo y perspectiva que les iría de perlas. 

- Distancia…

- Sí, ejercitarla en el día a día. Lástima que hayan hecho de pago la entrada al Castillo de Montjuic, un lugar ideal para ver la ciudad de lejos y desde arriba….

- Al menos a la playa todavía no le han puesto taquilla. En eso hay que decir que somos muy afortunados, pues pocas playas hay en el mundo como las de Barcelona.

- Un diez para el alcalde Maragall cuando las ideó en su día.

Llegados a este punto, dejé para otra ocasión continuar con las nuevas ideas que mis amigos futurólogos tenían en cartera. De tanto hablar y escuchar, me había entrado hambre, y el lejano himno del Club Natación Barcelona indicaba las dos de la tarde. Nos despedimos y los vi alejarse en dirección a la Barceloneta, donde solían comer en un bar del barrio. Disponer de estos dos amigos, pensé, ¡qué lujo y qué privilegio!